miércoles, octubre 09, 2013

RECORDANDO A LA FAMILIA

Los datos actuales manifiestan la crisis en la que se encuentran muchas familias, derivada en gran parte, de una carencia de valores y de un mal entendimiento de lo que es el amor conyugal en su punto de partida. Muchas veces hemos oído esta frase: “se acabó el amor” cuando lo que realmente sucedió es que no se cuidó el amor, no se cultivó, y se llegó a su destrucción.

Un hombre y una mujer que deciden contraer matrimonio, deben hacerlo sin condicionamientos, es ir a construir una familia y esto supone una tarea diaria. No se construirá llevando vidas paralelas sino fusionadas, con metas claras desde el principio. Cuando todo se fundamenta exclusivamente en el enamoramiento, el matrimonio tiene fecha de caducidad, antes o después. Es fundamental  mejorar el conocimiento mutuo y de aprender a valorarse entre sí, esforzarse por admirar las cualidades del cónyuge y aceptar sus defectos y aquellas cosas que no se pueden cambiar. El cariño y la admiración son antídotos contra el desprecio; el otro debe ser respetado y amado. Hay que mantener el recuerdo de los momentos positivos a lo largo de los años.

Es muy importante el conocimiento de  las diferencias psicológicas entre hombre y mujer, y cómo es importante hacer sentir al otro cónyuge la cercanía, que verdaderamente importe lo suyo y se valore. Esto, lógicamente, exige un esfuerzo, un dejar el ego de lado, un ejercicio de la generosidad y ofrecer apoyo en la dificultad así como dejarse ayudar. Estar dispuesto a ceder aumenta la “cuenta emocional”. Es absurdo querer cambiar a la otra persona para que sea como uno mismo y, además, tener claro que nadie lleva toda la razón, ser humilde para aceptar esto y aprender a vivir la serenidad.

Igualmente es necesario el adiestramiento en  la forma de resolver las disputas y diferenciar, saber diferenciar, entre problemas irresolubles y solubles. Con los problemas que no tienen solución hay que aprender a convivir y es importante usar el buen humor. A veces, no es necesario resolver los problemas para ser felices y estancarse en ellos distancia a los cónyuges. Es definitivo mejorar la comunicación: hablar y escuchar. Saber perdonar y evitar el rencor; comprender y comunicar la aceptación básica de la personalidad del otro; ser tolerante y esforzarse por ser tan amables como se es con otras personas ajenas a la familia. Dialogar sin agresiones y suavizar los planteamientos. No guardarse los problemas hasta que estallen y, por lo tanto, buscar desde el principio espacios para el diálogo.

En cuanto a la resolución de las disputas, hay que suavizar el planteamiento de las discusiones y emplear frases que comiencen por “yo” en lugar de “tú”;quejarse sin echar la culpa; describir lo que pasa sin evaluar o juzgar; expresarse con claridad y esforzarse por comprender. Y querer realmente construir, no destruir. Aprender a ofrecer y a recibir intentos de desagravio.

Destacó la importancia de disfrutar las fiestas en familia ya que existe una cultura familiar: celebraciones, cumpleaños, fiestas de Navidad u otras, y conviene fomentarlas. Hay un importante aspecto espiritual del matrimonio que conviene cultivar. Hablar con respeto de las convicciones y del sentido de la vida une mucho, así como hablar de los objetivos personales y de los compartidos.

Y como no podía ser de otra manera, practicar los valores de siempre algo olvidados o descuidados como son:  la fidelidad, el compromiso, la paciencia, la unidad construida día a día y estar abiertos a los hijos con generosidad. 

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