martes, diciembre 26, 2006

ALEGATO CONTRA EL DIVORCIO

Cuando la oferta televisiva languidece, mi pantalla plana se copa con un buen DVD. El último, “Kramer contra Kramer”, que arrebató el Oscar a la mítica “Apocalipsis Now”. Y no es cuestión de discutir ahora sobre los méritos de Benton o de Coppola, pues si bien la estética de Dustin Hoffman y Meryl Streep se ha quedado anclada en el feísmo de los ochenta, y el drama bélico de tintes angustiosos inspirado en “El corazón en las tinieblas” resiste –sobre todo para sus miles de seguidores– el paso de los años, “Kramer contra Kramer” ejerce de profeta, en una nueva y sorprendente misión del cine, ante la terrible desbandada familiar de hoy en día, en la que los matrimonios se deshacen como cubitos de hielo en un bar del Sahara, y los hijos siguen pagando el pato de la inmadurez afectiva de sus progenitores A o B (el orden de los factores no altera el producto).
La sociedad del bienestar ha construido estos monstruos del desamor, como ninots de falla nacidos para la quema. Dan el “sí quiero” ante el altar o el juez de paz, convencidos de que la relación afectiva no es más que gustirrinín a dos. Y conciben al hijo y sueñan para él un futuro de nubes de algodón. Y si el hijo se resiste a venir, se lo inventan en cualquier laboratorio. Y dividen el dinero y las cuentas corrientes. Y lo mío es mío. Y lo tuyo es tuyo. Y llega el hijo, que pronto se convierte en un problema, en objeto volante (que se lanzan a la cara después del momento de gustirrinín). Y el trabajo, maldito trabajo en el que los dos retrasados emocionales quieren triunfar, porque para algo han invertido tanto en carreras, másteres, idiomas, viajes al extranjero..., por más que al hijo, ese deseo trasformado en realidad frustrante, se le deforma la cabeza ante la televisión, una niñera mecánica que le enseña a matar. Y entonces, como al matrimonio de “Kramer contra Kramer”, el amor les hace agua y ella decide, “por el bien del niño” (sic) hacer las maletas y largarse de casa durante quince meses, quince largos meses que emplea en encontrarse a sí misma mientras el hijo no encuentra a nadie por el apartamento familiar, aunque en ocasiones se topa con las amantes del padre, desnudas por el pasillo, pues eso es la infancia para muchos hijos de divorciados: un irse topando con las chiquillerías de sus progenitores.
Cuando subían los títulos de crédito, concluí que “Kramer contra Kramer” es el mejor alegato contra el divorcio.

M. Aranguren

martes, octubre 31, 2006

DEPRESION EN LA FAMILIA

Las causas de la depresión
-la creciente glorificación del individualismo duro que fomenta la competitividad
-el estado de continua frustración que ocasiona el desequilibrio entre aspiraciones y oportunidades
- el sentimiento de fracaso que produce la persecución obsesiva e inútil de ideales inalcanzables que promueve la sociedad, como la perfección física en la mujer o el enriquecimiento económico en el hombre;
-el estilo de vida carente de sentido religioso;
-la transformación del modelo de familia;
-la doble carga del trabajo y el hogar que soportan las mujeres;
-el creciente número de rupturas matrimoniales;
-el fácil acceso a las drogas y la mayor tolerancia del consumo de alcohol entre los jóvenes.
El amigo Luis no se queda corto buscando etiologías al hastío imperante en nuestra sociedad de consumo (consumo de bienes materiales, claro está; porque de bienes espirituales parece que sea mejor abstenerse). ¿Que puede haber más causas de depresión? Seguro. Usted mismo podría añadir otras de su cosecha.
Pero de lo que estamos todos convencidos es que ahora parece haber más depresivos que nunca. ¿Quién no tiene un pariente o un amigo con un cuadro depresivo? Y bien lo saben los laboratorios farmacéuticos, que hacen su agosto con flamantes medicaciones antidepresivas de última generación.
El hombre pleno, hasta en los charcos ve belleza;
el deprimido, todo lo ve embarrado
Más datos. Se calcula que una de cada cinco personas, en algún momento de su vida, sufrirá de depresión. Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), del tres al cinco por ciento de la población mundial presenta depresión.
Claro que usted puede decirme que la depresión ha existido toda la vida. Cierto. La historia nos lo confirma con numerosos depresivos famosos; le apunto algunos: Baudelaire, Tchaikovski, Balzac, Newton, Goya, Schumann, Chopin, Rossini (sufrió un cuadro depresivo que le duró treinta y seis años, después de los cuales compuso su mejor obra: Pequeña misa solemne), Kafka, Tolstoi, Dostoievski...
Los niños deprimidos
¿Los niños también se deprimen? Durante años se ha negado la existencia de enfermedad depresiva en los menores. Ahora sabemos que hay muchos niños sumidos en ella, pero, a menudo, cuesta diagnosticarla... porque aparece enmascarada, camuflada bajo síntomas aparentemente banales (inapetencia, irritabilidad, insomnio, enuresis, etc.).
Se puede decir que aproximadamente el dos o el tres por ciento de todos los niños con un comportamiento alterado presentan depresiones de grado medio a severo, y otro seis a ocho por ciento de carácter leve. Su incidencia es prácticamente el doble en el sexo femenino.
Es importante conocer que la depresión es una de las respuestas posibles ante el sufrimiento, pero no hay que confundirla con éste, ni tampoco es la única respuesta posible del niño (antes puede probar con las actitudes de rechazo, cólera o rabia).
La reacción depresiva viene a ser como la última posibilidad para evitar la impotencia ante el sufrimiento físico y psíquico. En el núcleo de toda depresión existe, siempre, un sentimiento de pérdida interna. De algo querido que se nos ha ido o hemos perdido.

El denominador común de la enfermedad depresiva es la tristeza extrema (el toedium vitae de los latinos). Sin embargo, como ya he dicho, bastantes veces no se manifiesta como tal, sino enmascarada a través de síntomas aparentemente ajenos.
En los adultos tenemos, por ejemplo, el insomnio pertinaz que no cede a los somníferos, o el dolor de espalda que no calman los analgésicos. En la infancia, especialmente en los niños pequeños, aparece casi siempre muy camuflada y es difícil llegar al diagnóstico.
Adolescencia y depresión
Los adolescentes depresivos se aproximan más a la clínica del adulto, siendo típicos los dolores de cabeza y de espalda, los insomnios, el mutismo, los tics, la obesidad y, también, el adelgazamiento (anorexia, bulimia). Su sintomatología psíquica oscila entre la actitud pasiva-inhibida, propia de las chicas, y la actitud activa-agitada, frecuente en los chicos.
Las adolescentes depresivas son con preferencia tristes, inhibidas en sus relaciones sociales, obedientes en casa, discretas y tranquilas (lo que se ha venido en llamar "síndrome de la Cenicienta"), mientras que los varones son rebeldes, irritables, miedosos, temerosos a la hora de establecer contactos y agresivos en su relación social.
Lo peligroso es que cuando un niño o un adolescente tocan fondo en la depresión (del latín deprimere, hundirse) tienen pocos recursos para salir a flote por sus propios medios (a los adultos también les cuesta, pero tienen más ayudas a su alcance y saben cómo solicitarlas).
A la población menuda tenemos que echarle una mano con urgencia. Porque, ya es sabido -aunque a veces nos duele reconocerlo, ya que implica una negligencia o un fracaso total del soporte familiar y social que debería estar involucrado- que los menores también se suicidan... y mucho. Y esto cuestiona el buen funcionamiento de la sociedad en pleno.
Sin ánimo de ser tremendista, pero sí de ser realista, como profesional de la salud mental tengo la obligación de manifestar mi preocupación. Todos -padres, educadores y sanitarios- tenemos que agudizar nuestra supervisión de este trastorno que hace tan trágicos estragos anímicos.
Y en particular quiero hacer una llamada de atención a los compañeros, a los amigos que conocen a fondo al muchacho que ahora, de pronto, deja de salir con ellos, no responde a sus llamadas o se recluye en casa para esconder su tristeza. Esta red de maravilloso soporte que es la amistad de los iguales tiene que ser centinela para detectar precozmente esta inflexión en la vida de alguien que tenemos cerca y avisar con premura a quien corresponda. Así pueden salvar una vida.
Para terminar, quiero sólo recordarles un último dato: un adolescente tiene ahora el doble de posibilidades de sufrir una depresión de las que tenían sus padres y el triple de las que tenían sus abuelos.
La adolescencia es un trayecto largo y lleno de ilusiones, pero también de frustraciones. No lo olviden.

jueves, octubre 19, 2006

PADRES PROTECTORES

Firmante: Ignacio F. Zabala
29-03-2006
037/06
Rara es la generación que no se acaba ganando un sobrenombre. La de los nacidos a partir de 1982 se ha empezado a llamar en Estados Unidos "generación del milenio" (los primeros cumplieron 18 años en 2000). La nota distintiva es que es la más hiperprotegida y teledirigida de la historia: fueron los chicos del "bebé a bordo"; viajaron en asientos de seguridad infantil; no montaron en bici sin casco ni rodilleras; sus juguetes se fabricaron en conformidad con todas las directivas de seguridad internacionales...
Junto con esto, según Mark McCarthy, vicepresidente de la Universidad de Marquette, "los padres de esta generación se han acostumbrado a tener un contacto permanente con sus hijos y viceversa". El teléfono móvil es el cordón umbilical. Un estudio realizado en el Middlebury College, cuyos resultados serán publicados en agosto por la American Psychological Association, muestra que los estudiantes de primer año hablan con sus padres más de 10 veces a la semana.
Según los estudiosos, los padres están tan involucrados por distintas razones pero coinciden en una: el deseo de proteger a sus hijos porque la sociedad es cada vez más competitiva y difícil. El "Washington Post" (21-03-2006) recoge la declaración de una madre que confirma la tendencia: "Hay montones de cosas que no puedo controlar: el terrorismo, el clima... Pero sí puedo controlar en qué emplea su tiempo mi hija".
A principios de los noventa, los profesores y directores de colegios comenzaron a notar que algo estaba cambiando. Los padres pasaban cada vez más tiempo en el colegio, luego llegaron las llamadas telefónicas a los profesores, los e-mails, los sms, a veces, todo a la vez. Todavía hoy muchos colegios no saben cómo manejar la avalancha. Hace unos años, buscar colaboración entre los padres para cualquier actividad extraescolar era inútil, hoy el "overbooking" está garantizado en muchos colegios (cfr. Aceprensa W46/05).
Pero no todo es "amor de madre". Muchos profesores se quejan de que los padres se entrometen demasiado: "¿por qué le has puesto esta nota?", "¿por qué está en el banquillo?", "¿por qué le regañas?", "¿por qué está sentado al final de la clase?", "¿por qué le has castigado?". De hecho, algunos colegios privados ya incluyen en el contrato de admisión la advertencia de que un alumno puede ser expulsado del colegio como consecuencia del comportamiento de sus padres.
"Padres helicóptero"
Por defecto o por exceso, todo tiene su lado oscuro. Los educadores advierten que esta actitud de los padres impide que los niños aprendan a resolver problemas, tomar decisiones, asumir responsabilidades, ser independientes. Lo necesitarán en la universidad y más allá. Linda Walter, codirectora de los programas de orientación de los nuevos alumnos de la Universidad de Seton Hall, afirma que "la mayoría de los jóvenes que entran en la universidad tienen los conocimientos académicos necesarios para realizar bien sus estudios, pero carecen de independencia, no saben compartir y no tienen capacidad para resolver conflictos".
Algunos colegios ya se han adelantado. Uno de Phoenix ha puesto en marcha el programa "Managing Millennial Parents" para explicar a los profesores cómo tratar a los "padres helicóptero", llamados así porque se lanzan en picado al mínimo problema. Otros, ofrecen a los padres cursos donde les advierten de las consecuencias que lleva consigo decidir todo en lugar de sus hijos.
Todo esto sería un teoría pedagógica más si Sue Shellenbarger ("The Wall Street Journal", 16-03-2006) no tuviera testimonios de que los "padres helicóptero" ya están aterrizando en los centros de trabajo. Directivos de empresas como Boeing, General Electric o St. Paul Travelers han descolgado el teléfono para escuchar a un padre contar lo idóneo que es su hijo para el puesto de trabajo –a veces en mitad de la entrevista de trabajo– o para protestar por el sueldo que le ofrecen y tratar de aumentarlo. Otras veces lo sorprendente es que el candidato no acepta el puesto porque primero tiene que consultarlo con su padre.
En la mayoría de los casos, el proceso de contratación se hace de forma confidencial y las llamadas telefónicas de los padres se sortean con diplomacia. Pero algunas empresas han optado por mandar copia de las condiciones de la oferta a los padres e incluso les permiten asistir a algunas de las sesiones del proceso de selección.
Mientras tanto, ¿cómo se sienten estos jóvenes blindados? La mayoría bien, gracias. Según una encuesta realizada por una empresa de servicios, Experience, entre 400 jóvenes, solo el 25% dijo que sus padres estaban excesivamente implicados en sus cosas hasta el punto de ser embarazoso o molesto. ¿De qué más pueden quejarse?

miércoles, octubre 11, 2006

VIOLENCIA DE GENERO?

Violencia entre gays: la Ley de Violencia de Género no la previene
El 32% por ciento de las parejas de gays y lesbianas han sufrido violencia de pareja, según la revista gai 'Advocate'
Un homosexual maltrata a otro. Una lesbiana, a otra. Es difícil denunciarlo: has de contar las vejaciones, ataques, tu vida sexual... y además, al ser un hombre contra hombre o mujer contra mujer, se acaba apreciando como una lucha entre iguales. No es fácil convencer de que eres una víctima.
Ahora los gays se quejan de la muy progresista Ley Integral contra la Violencia de Género.
"¿Género? ¿Por qué no hablar de violencia de pareja? Se trata de una normativa elaborada desde el sexismo feminista; de proteger a la mujer por encima de todas las cosas, dejando de lado otros tipos de violencia entre personas con relaciones sentimentales, sexuales y afectivas. El resto de modelos de convivencia están desprotegidos", señala taxativamente el presidente de la Asociación de Gais y Lesbianas de Cantabria (Alega), Regino Mateo, entrevistado en EL DIARIO MONTAÑÉS (19/03/06).
Y es que en Santander se ha presentado una denuncia de un homosexual contra su compañero sentimental por malos tratos. La primera en España. Es violencia doméstica, pero no puede acogerse a la Ley de Violencia de Género porque no son de sexo distinto.
"En Cantabria -aclaran desde la Guardia Civil- no existe ni un sólo centro de acogida para hombres, así que en el caso de necesitarlo no podrían hacer uso de la garantía que ofrece la Ley Integral de Violencia de Género para las mujeres". Lo mismo se podría decir de un abuelo que quisiese huir de sus hijos o nietos maltratadores.
Relaciones violentas
Según el sexólogo cántabro Carlos San Martín, "el 32,2 % de las parejas de gais y lesbianas admiten haber sido víctimas de violencia por parte de su pareja, según un estudio de la revista gai Advocate, cuya estadística es plenamente extrapolable a la comunidad homosexual en España. El problema radica en el escaso número de denuncias, y en la dificultad de establecer los roles de 'agresor-víctima' a nivel legislativo, a pesar de que éstos entre los gais y lesbianas también existen".
El estudio Greenwood et altri, realizado en el año 2002 a un total de 3.700 hombres homosexuales estadounidenses, puso de manifiesto con especial crudeza que dos de cada cinco personas encuestadas habían sufrido en alguna ocasión algún tipo de maltrato físico en sus relaciones de pareja.
Violencia doméstica
En 2002, la Traditional Values Coalition publicó en EEUU un informe recopilando datos sobre violencia doméstica ("Domestic Battering"). Había bastantes datos sobre la violencia entre homosexuales y lesbianas, más alta que en parejas heterosexuales.
Según las estadísticas del FBI de 1999, en EEUU se produjeron 1.317 incidentes de agresiones entre homosexuales, desde el asalto hasta las injurias graves.
También en 1999, según datos de la Coalición Nacional de Programas Antiviolencia, hubo 3.120 incidentes de violencia doméstica homosexual registrados en San francisco, Nueva York, Chicago, Boston, Los Ángeles, Colorado, Cleveland y Columbus.
También en 1999 la revista Clinical Psychology Review revisó 19 estudios sobre violencia doméstica homosexual: el 28% de las parejas homosexuales de ambos sexos registraron violencia física; en concreto se registró violencia en el 48% de las parejas lesbianas y en el 38% de las parejas de varones. En un estudio sólo de parejas lesbianas, se registraban maltratos psicológicos entre un 73% y un 90% de las parejas. Más de un 30% de las lesbianas habían estado en una relación donde al menos había sucedido una agresión física.
Otro informe importante es el de los National Institutes of Health del año 2000: "los convivientes del mismo sexo registraron una violencia con la pareja íntima significativamente mayor que los convivientes de sexos opuestos". El 39,2% de las lesbianas declaró haber sido agredida físicamente, acosada o incluso violada por su pareja del mismo sexo. Entre los varones homosexuales, un 15,4% admitió haber sufrido estas actividades.
Se trata, pues, de un fenómeno muy extendido, que muchos pueden ligar a otros hábitos propios del estilo de vida gay, como la falta de compromiso, inmadurez psicológica, relaciones emocionalmente dependientes, depresiones, promiscuidad, etc...

jueves, septiembre 28, 2006

felicidad hijos

Todos los padres deseamos que nuestros hijos sean felices, en la felicidad influye un factor importante: dar seguridad. No olvidemos nunca que ellos se ven a través nuestro y tienen de si mismos la viva imagen que les damos nosotros. Somos realmente su espejo, y según lo que vean en nosotros se auto valoraran y podrán tener o no tener confianza en ellos mismos.
Si les riñéramos siempre, si encontráramos que todo lo hacen mal, si a menudo estuviéramos alterados y enfadados cuando estamos en casa y no reflejáramos la alegría de disfrutar de su presencia, sería fácil que los hijos, al encontrarse poco agradables para sus padres, perdieran autoestima; y al perderla -entre otros conflictos- no serian capaces de enfrentarse a los retos que les surgirán a lo largo de su vida.
Queremos favorecer la autoestima de los hijos, deseamos que sean felices y que con su seguridad sean capaces de amar. Generalmente poco sabe amar el que no se ama a sí mismo. Se da por descontado pues, por parte de los progenitores una actitud positiva constante y al hablar, actuar, informar y motivar a nuestros hijos e hijas transmitirles nuestra comprensión.
Los cuatro factores que influyen en su felicidad y en su autoestima:
1. Aceptación:
Nuestro hijo es una persona única e irrepetible. Él tiene cualidades y defectos, pero tenemos que estar convencidos de que lo más importante es que capte el afán de superación y la ilusión de cubrir pequeños objetivos de mejora personal. Las cualidades son agradables de descubrir, los defectos pueden hacer perder la paz a muchos padres, pero se pueden llegar a corregir con paciencia, porque aceptamos totalmente la forma de ser del hijo, incondicionalmente y para siempre.
La serenidad y la estabilidad son consecuencia de la aceptación y, esto quiere decir: debemos actuar independientemente de nuestro estado de ánimo y el de nuestros hijos. También en circunstancias de más dificultades, como serían las de tener hijos discapacitados tendremos que crear la aceptación plena no sólo de los padres si no también de los hermanos y familiares, con la convicción de que repercutirá todo el afecto que se da en bien de la familia.
2. Cariño:
Las manifestaciones de cariño constantes serán la mejor ayuda para que nuestros hijos logren una personalidad madura y estén motivados para rectificar cuando se equivoquen. La familia crea unos vínculos afectivos que facilitan el desarrollo de la capacidad de amar. Estas manifestaciones las viviremos con el lenguaje verbal de la palabra: "¡qué contentos estamos de tenerte!", "¡Cómo te queremos!", u otras frases de este estilo.
Tenemos a la vez el lenguaje no verbal, tan importante para saber que les queremos: gestos cargados de ternura, caricias, besos, abrazo, miradas de cariño o de complicidad que no podemos dejar de hacer aunque en la etapa adolescente puede parecer que no lo deseen. No es así: el adolescente está inseguro y reclama saberse querido.
3. Corrección:
La corrección no puede ser hecha por nuestra comodidad, ni por nuestro cansancio, por no decir por nuestro mal humor o poco dominio personal. No olvidemos que es importante saber que no debemos reñir nunca a nuestros hijos delante de otras personas, los podemos humillar. Demostramos que los queremos si hacemos correcciones con paciencia y con el objetivo de ayudarles a mejorar. Avisándoles sobre lo que está mal les damos la posibilidad de rectificar.
Cuando hacemos una corrección debemos decir lo que está mal, o sea el hecho, nunca calificar a nuestro hijo o hija. Por ejemplo decimos: "esto esta mal…no has recogido tu habitación", pero no añadimos: "eres un perezoso y un desordenado".
4. El elogio y la valoración:
Elogiar el esfuerzo de nuestro hijo, siempre es más motivador para él, que hacerle muchas recriminaciones. Cuando se ama se corrige y se avisa lo que se hace mal, pero con suavidad y marcando unas pautas y unos límites que deben seguir, así damos la posibilidad de mejorar la conducta y ayudar a su responsabilidad personal y, en todo caso, siempre deberemos censurar lo que está mal, nunca la persona de nuestro hijo o de nuestra hija.
Ciertamente que ante las desobediencias o las malas respuestas, podemos perder las formas, pero los adultos debemos tener la voluntad de animar aunque estemos cansados o preocupados; por esto, en caso de perder los nervios, lo mejor es observar, pensar y cuando estemos más tranquilos decir, por ejemplo: ''esto puedes hacerlo mejor, yo te ayudo''. Durante el tiempo que estamos con los hijos siempre tenemos ocasiones para valorar su esfuerzo, no pedirles más de lo que pueden hacer, sino se volverían retraídos por dar más responsabilidad de la que pueden asumir.
Vamos descubriendo las cualidades de nuestros hijos, debemos potenciarlas para que sean felices i mejoren su auto estima. El elogio debe hacerse siempre con objetividad, se trata de valorarlos pero de manera que no crezcan con afán de notoriedad, ni de superioridad, es conveniente hacer el elogio a solas; algún hermano puede quedar resentido interpretando que el no es tan valorado.
Y para finalizar estas reflexiones sobre felicidad fomentando la auto estima, os incluyo una frase de Noel Clarasó:
"Tratar de mejorar uno mismo es empresa que da mejor resultado que tratar de mejorar a los demás"
Cardona

sábado, septiembre 09, 2006

Autoestima

Autor: Aquilino Polaino-Lorente
¿Por qué ahora que todo el mundo habla de autoestima muy pocos se estiman de verdad? ¿Por qué hay «triunfadores que dan pena» y tanta gente profundamente insatisfecha?
En la confrontación personal entre lo que somos y la realidad a que aspiramos se juega la felicidad. Los muchos años de docencia y experiencia clínica del autor le permiten afrontar cuestiones desatendidas.
El término autoestima está de moda. Sin embargo, su significado más profundo todavía no ha sido desvelado como merece, y eso con independencia de que sea un concepto de muy amplia circulación social en la actualidad. Cuanto más frecuente es su uso, más parece que su auténtico significado pasa inadvertido a muchos.
En cierto modo es normal que importe tanto, puesto que atañe a la dignidad de la persona y hace referencia a la índole del yo. La autoestima denota la íntima valoración que una persona hace de sí misma. Hasta cierto punto es natural que importe tanto, puesto que atañe a la dignidad de la persona y hace referencia a la índole del yo.
William James, en su libro The Principles of Psychology, opina que la autoestima depende por completo de lo que nos propongamos ser y hacer, y que está determinada por la relación de nuestra realidad con nuestras supuestas potencialidades. Según él, puede expresarse con una fracción: el denominador es igual a nuestras pretensiones y el numerador, a los éxitos alcanzados.
Cuanto mayor sea el éxito esperado y no logrado, más baja será la autoestima. Por el contrario, cuanto menores sean las aspiraciones o mayores los éxitos, tanto mayor será la autoestima. Con esta teoría se hace depender a la estima de los logros, metas y éxitos (resultados), con independencia de las cualidades, peculiaridades y características de cada persona (principios).
No obstante, cualesquiera que sean los éxitos obtenidos o incluso cuando todavía no se ha logrado ninguno - como ocurre con los niños - la autoestima ya está presente.
Hay personas que han triunfado en la vida de acuerdo con lo que la opinión pública entiende por triunfar. Han logrado éxito en su profesión y con su familia, gozan de prestigio social, disponen de un excelente futuro y, sin embargo, se estiman en muy poco. Son triunfadores que dan pena.
Lo contrario de otros casos que, desde la exclusiva perspectiva del éxito social, serían calificados de fracasados y, sin embargo, resulta que su estima personal es alta. Por tanto, la autoestima no puede atribuirse principal o exclusivamente al éxito.
Este «eficacismo» o pragmatismo utilitarista no se compagina con la realidad. Hoy se concibe la autoestima más como un resultado del rendimiento personal y social que como un principio a través del cual se reconoce la dignidad de la persona. Más una propiedad que deriva de lo conquistado (lo adquirido) que de lo dado (el don innato).
De acuerdo con esta visión, poco o nada tiene que ver la autoestima con la bondad o maldad de lo que uno hace, sólo depende de lo acertado o desacertado de las acciones emprendidas, conforme a determinados criterios relativos a una especial productividad.
La autoestima se nos presenta así como simple consecuencia de los resultados del hacer. Cuantificables según una mera dimensión económica y de prestigio social, pero no de lo bien o mal realizados, que en última instancia es lo que hace que alguien se considere bueno o malo y, en consecuencia, se estime o desestime.
Se confunden así el ser y el tener, lo objetivo y lo subjetivo, el yo y los resultados.
Pero ¿qué significa su magnificación? ¿Estamos acaso en una etapa cultural de acendrado individualismo? ¿Puede tal vez reducirse la autoestima a sólo la autoexaltación del yo? ¿Constituye este concepto, por el contrario, un modo de enriquecimiento cultural en servicio de la dignidad de la persona?
¿CÓMO SE COMPONE LA AUTOESTIMA?
Se ignora casi todo acerca del origen de la autoestima y de los factores que contribuyen a su desarrollo en cada persona. En realidad, tiene mucho que ver con el conocimiento personal, pero no sólo con ello. No es aventurado admitir que las relaciones tempranas de afecto entre padres e hijos contribuyen en buena medida a configurar la futura autoestima.
Además, la estimación de cada persona respecto de sí misma no acontece en el vacío. No es fruto de una autopercepción aislada, solitaria y silenciosa. Surge, claro está, de la percepción de sí mismo, pero entreverada con la experiencia que cada persona tiene del modo en que los demás le estiman. Es decir, que un referente obligado y necesario con el que hay que contar aquí es, precisamente, la estimación percibida en los otros respecto de sí mismo.
Hay otros muchos factores. Por ejemplo, el ideal del yo del que se parte, de la persona ideal que cada uno quiere llegar a ser. En ocasiones se elige un modelo y compararse con él se adopta como criterio. Según los resultados que se obtengan, lleva a estimarse o no. Este criterio sirve de referente inevitable respecto del modo en que cada uno se estima a sí mismo. Este modelo no cae del cielo, sino que se diseña y construye de una manera implícita, tomando a menudo como inspiración a las personas relevantes con las que uno se ha relacionado y que suelen suscitar admiración. La admiración empuja a elevar a esas personas a la categoría de modelos.
Importa mucho cómo se atribuye valor al modelo, porque de ese valor dependerá el criterio por el que se opte para evaluar la autoestima personal.
Cuanto menor sea la edad de quienes diseñan modelos como inspiración para vertebrar el propio yo, tanto más importante es su función. Esto reviste especial relevancia en la etapa de la adolescencia.
Otro ingrediente imprescindible es el propio cuerpo o, más exactamente expresado, la percepción del cuerpo. No hay estima sin corporalidad. Pero la percepción del propio cuerpo casi nunca es objetiva.
A menudo hay sesgos, atribuciones erróneas, comparaciones injustas y muchas distorsiones, como consecuencia de haberse plegado a los criterios extraídos de los modelos impuestos por las modas. Sin apenas espíritu crítico, en muchos casos confunden y tergiversan la estima personal e inducen a la persona a juicios erróneos acerca de su cuerpo.
Ello pone de manifiesto que la persona se estima también en función de cómo perciba su cuerpo y de cómo considera que lo perciben los demás, con independencia de que esa percepción sea real o no; en función del valor estético que atribuya a su figura; de la peor o mejor imagen que considere que da de sí misma, etcétera.
Es muy difícil que la autoestima escape a este factor porque el cuerpo no es separable - aunque sí distinguible - del propio yo. El cuerpo media toda relación entre el yo y el mundo, más aún, manifiesta el yo al mundo. A través del cuerpo el yo se hace presente al mundo y el mundo se hace presente a la persona. Tanto importa a la autoestima personal la figura del cuerpo que, en circunstancias especiales, su distorsión fundamenta la aparición de trastornos psicopatológicos muy graves, como la anorexia.
Además, la autoestima es un concepto muy poco estable y demasiado versátil que, lógicamente, va modificándose a lo largo de la vida. No sólo por las naturales transformaciones que sufre la persona a consecuencia del devenir, sino también por los profundos cambios de ciertas variables culturales (sesgos, atribuciones erróneas, modas, nuevos estilos de vida…) sobre las que resulta muy difícil ejercer cierto control y escapar de sus influencias.
La autoestima atraviesa de parte a parte el entramado que configura la trayectoria biográfica de la persona. Conviene estudiar qué modificaciones sufre en función de la historia personal, los aciertos y desaciertos, las acciones dignas e indignas de la gente con que se entreteje eso que constituye la columna vertebral fundante de cada ser humano.
UN MODELO PERSONAL CON CUATRO INGREDIENTES
A continuación se pasará revista a los cuatro ingredientes más importantes que se dan cita en la génesis de la autoestima.
1) El conocimiento personal
El primer factor es qué piensa la persona acerca de sí misma, sea porque se conozca bien o porque considera que quienes la conocen piensan bien de ella. En efecto, la autoestima es función del propio conocimiento, de lo que conocemos acerca de nosotros mismos.
El mejor o peor modo de conocimiento resulta imprescindible para conducirse mejor a sí mismo en libertad. Pero la persona nunca acaba de conocerse. Antes termina la vida que el conocimiento personal; esto pone de manifiesto la inmensidad de la condición humana y lo limitado de nuestros conocimientos.
A pesar de tanta ignorancia personal, las personas suelen amarse. ¿Qué hace que alguien se ame tanto a sí mismo? Aquello que, una vez conocido o imaginado, lo juzga como valioso. La atribución de valor a las características personales es uno de los factores sobre los que se fundamenta la autoestima.
Cuando una persona considera que es un buen deportista, su autoestima crece; si se sabe capaz de hacer una excelente comida, su autoestima crece. Si ha sido calificada por quienes la rodean de amable y simpática, su autoestima crece. Y no tanto porque los demás así la hayan calificado, sino porque lo percibe en función de algún comentario indirecto acerca de ella.
2) Factores emotivos
En función de lo que se piensa, se siente. Si el juicio que una persona tiene de ella misma es positivo, normalmente experimenta también sentimientos positivos acerca de sí misma. El modo como los expresa reobra también sobre su autoestima. En cierto modo, la autoestima condiciona la expresión de las emociones, pero a su vez la expresión reafirma, consolida o niega la autoestima de la que se parte.
Las personas se estiman también más en función de que manifiesten mejor sus emociones. La expresión de los propios sentimientos está muy vinculada a la autoestima, especialmente entre los más jóvenes. En esto queda mucho por hacer. Muchos adolescentes no pueden, no saben o no quieren manifestar sus sentimientos en público por miedo a hacer el ridículo. Como es lógico, un sentimiento que no se manifiesta es un sentimiento que no puede ser compartido por quienes los rodean. Por ello, el encuentro, la comunicación y la misma comprensión humana resultan gravemente afectados y pueden generar numerosos conflictos.
Qué duda cabe que la afectividad y el emotivismo están hoy a la alza. Basta reparar en las tiradas de las «revistas del corazón» o en las audiencias de los seriales televisivos.
Esto manifiesta que la empatía está presente, que los afectos de los otros nos afectan. Nada de particular tiene que, en este contexto, la autoestima - el afecto de los afectos - haya sido descrita en forma emotiva.
En el fondo, podemos decir que la autoestima es el sentimiento que cada uno tiene de sí mismo, el sentimiento del yo acerca del yo, que es necesariamente complejo. Aquí coinciden y se superponen el yo-sujeto que siente y el yo-objeto sobre el cual se siente. En esta experiencia tal vez hay de por medio demasiado yo y muy escaso conocimiento de uno mismo.
3) Autoestima y comportamiento
La autoestima no sólo depende de los gestos, sino de lo que cada persona hace especialmente con su vida. Porque el hacer humano hace a la persona que lo hace; el hacer humano supone un cierto quehacer de la persona humana; el hacer humano obra sobre quien así se comporta, lo modifica minusvalorándolo o avalorándolo. Ninguna acción deja indiferente a quien la realiza y, por consiguiente, modifica también el modo en que se estima.
A pesar de que tiene cierta verdad, la afirmación pragmática «la persona es lo que hace» no me parece suficientemente rigurosa y exacta. La autoestima también depende de lo que la persona hace, especialmente aquello que tiene una mayor incidencia en el hacerse a sí misma.
En realidad, la propuesta anterior sólo podría admitirse si se ampliara el segundo término, pues la persona - y su autoestima - no puede reducirse sólo a su mero hacer. Para completar el enunciado habría que añadir otras funciones como, por ejemplo, lo que la persona piensa, siente, vive, proyecta, etcétera.
Nunca las partes sustituyen al todo, incluso en el caso de la autoestima, sería un flaco servicio a la persona. No obstante, late allí una parte de verdad. La acción sigue siempre a la persona, como el actuar sigue al ser. De tal ser, tal obrar. Primero, el ser; después, el obrar.
La bondad de lo hecho, lo que califica la acción realizada califica también a quien lo hizo. Pues esa persona añadió - mediante su acción - un nuevo valor a la cosa sobre la que intervino.
La acción estimable hace más estimable a quien la realizó. Si lo hecho por alguien comporta un valor añadido a su propio ser, es lógico que esa persona se estime un poco más. La acción añade valor al agente y a la estima que se fundamenta en ese valor.
4) Autoestima y estimación de los demás
Otro factor importante para la génesis y desarrollo de la estima personal es el modo como percibimos que los otros nos estiman, la experiencia de sentirnos queridos, al modo en que experimentamos lo que los demás consideran valiosas determinadas cualidades personales.
Este factor comienza desde antes del nacimiento -los padres estiman al hijo que vendrá, antes de su alumbramiento-, aunque de ello no tengamos ninguna experiencia. Una vez que nace el niño, sí que experimenta de continuo la estima de sus padres. A esto se le conoce como apego infantil.
El apego, la confianza y la autoconfianza son elementos claves y originarios de la autoestima. Es muy difícil que un niño llegue a confiar en sí mismo si antes no ha experimentado confianza en sus padres. Y es que confiar en otros y en sí mismo forman parte del sentimiento de confianza básico, integrado en la autoestima.
Pero la autoconfianza no sigue la ley del todo o nada, admite gradualidad, lo que permite acrecerla.
Hoy se habla de que cada niño construye modelos prácticos del mundo y de sí mismo, en virtud de la interacción que haya tenido con sus padres. Experiencia que condicionará en el futuro su autoestima y sus proyectos. Estos modelos serán tanto más seguros, vigorosos, estables y confiados cuanto más apegado haya estado a su madre, más accesible y digna de confianza la haya experimentado y cuanto más disponible, estimulante y reforzadora haya sido la conducta de su padre.
Por el contrario, el modelo práctico que el niño tiene de sí mismo será tanto más inseguro, débil, inestable y desconfiado en función de que perciba y atribuya a la interacción con sus padres rasgos de hostilidad, desconfianza, rechazo o dudosa accesibilidad.
De estos modelos prácticos, que autoconstruye el niño, dependerá, de alguna forma, el modo en que más tarde serán los modos en que otros respondan a su comportamiento. Esto determinará su valía personal, su estilo emocional y, en una palabra, su autoconcepto y autoestima.
El apego depende de los dos elementos que se concitan irrenunciablemente en esa relación: el niño y los padres. La vinculación entre madre e hijo depende del repertorio de conductas innatas del niño (temperamento) y de cuáles sean sus conductas (comportamiento de apego), pero también y principalmente de la sensibilidad y conducta materna y paterna.
En consecuencia, el apego describe la necesidad básica que experimenta todo niño de buscar, establecer y mantener cierto grado de contacto físico y cercanía con las figuras vinculares, a través de las cuales moldea y configura las experiencias vivenciales de seguridad, confianza, emocionabilidad y estima, referidas tanto así mismo como a los otros y al mundo.
LA FATIGA DE SER UNO MISMO
La fatiga es una característica que afecta hoy a la mayoría de las personas. Eso es lógico si contemplamos el ir y venir, el movimiento incesante, la vida azacanada y urgida a que el activismo de cada día somete al vivir humano. Pero más allá del natural cansancio físico, consecuencia del ajetreo, la fatiga añade ciertas peculiaridades a esta situación vital y humana.
Asistimos a un cierto desfondamiento de la vida personal. Hombres y mujeres parecen no hacer pie en sus propias existencias. Hacen muchas cosas, desde luego, pero tal vez ninguna les satisfaga.
El avance tecnológico - en especial, en el ámbito de la informática y las telecomunicaciones - nos ha introducido y arrastrado a un nuevo escenario, un tanto revolucionario e imprevisible. Se han multiplicado nuestras capacidades y el rendimiento de nuestro trabajo al incrementarse los recursos técnicos de que hasta ahora disponíamos, y parece como si nuestras facultades se hubieran potenciado de forma casi ilimitada.
No obstante, hoy más que nunca las personas se sienten solas y, sobre todo, se ignoran a sí mismas. Por eso importa poco que hagan tantas cosas. En muchos casos sus actividades no contribuyen a su realización personal ni a que se estimen mejor. Hacen lo que no quieren, y lo que quieren, eso es, precisamente, lo que no hacen.
Tampoco se trata de estresarse todavía más estirando el escaso tiempo del que se dispone. Michael Ende, en su libro Momo, denuncia muy bien, a través de las palabras que dirige el señor Gris al barbero, este perverso afán de ahorrar el tiempo más necesario e importante: el que se ocupa en relacionarse con los demás. He aquí sus consejos:
«¡¿Qué no sabe cómo ahorrar tiempo?! Pues, por ejemplo, ha de trabajar más deprisa y dejarse de cosas superfluas. Al cliente, en vez de media hora, dedíquele sólo un cuarto de hora. Evite las conversaciones que hacen perder el tiempo. La horita que está con su madre puede reducirla a media. Lo mejor que puede hacer es llevarla a una buena residencia de ancianos - barata, si puede ser - para que la cuiden. Entonces habrá ganado una hora entera cada día».
La fatiga no suele estar causada sólo por la falta de tiempo, sino por lo que se hace en un tiempo que forzosamente es el que es, un bien escaso que huye y se consume de forma incesante. ¿Tiene algo de particular que en una situación como ésta experimenten tan insoportable fatiga? ¿Acaso se conocen mejor a sí mismos gracias a la informática? ¿Es que no experimentan tal vez una cierta nostalgia de sí mismos, de los primeros años de su vida, de lo que constituye el sentido que alumbra y vertebra su entera biografía?
Tanta insatisfacción vital acumulada se aproxima mucho a la frustración crónica, en la que ni siquiera se vislumbra cómo escapar de ella. En esas circunstancias, la insatisfacción no suele restringirse al recortado horizonte vital, sino que invade la vida personal. Ahora es la propia vida la que ha sido alcanzada por la insatisfacción. La vida se ha hecho demasiado pesada como para continuar tirando de ella cada día. Pero apenas si hay una salida digna. Tal vez por eso las personas dejan de estimarse a sí mismas, a pesar de que a todas horas se habla de autoestima.
Mientras tanto, persiste la fatiga psíquica, el cansancio se acrece, las ilusiones se extinguen, el horizonte vital se estrecha y la mente se repliega y atrinchera en ella misma, desesperada por no saber a qué atenerse para solucionar el problema. En esto consiste lo que algunas personas quieren significar cuando aluden a una pérdida de la autoestima.
No es extraño que, después de leer tantos libros sobre autoestima, el fatigado lector experimente confundido el deseo de gritar: «¿Dónde está, autoestima, tu pujanza y vitalidad? ¿Dónde tu alegría de vivir, tu seguridad?».
Se nos dice que debemos estimarnos más cada día, pero no sabemos cómo. Además, estimarse por estimarse - sin ninguna razón particular - apenas si sirve para algo.
¿Es que no está también el hombre fatigado de estimarse un día y otro, una hora y la siguiente, a pesar de tantas frustraciones? ¿Acaso resuelve sus problemas el hecho de estimarse, de recomenzar cada día, cansinamente, ese leve y frágil proceso de autoexaltación?
No, tal modo de proceder en absoluto resuelve los problemas humanos. Más bien emergen nuevas preocupaciones por el propio cuerpo, el bienestar y la calidad de vida, la salud, los problemas económicos, etcétera; preocupaciones todas ellas que no cesan. Unas preocupaciones condicionadas a su vez por la excesiva ocupación que del cuerpo se ha hecho.
¿De qué sirven al hombre tantos cuidados y atenciones, si siempre está fatigado? ¿Podrán tanta sauna, masajes y jacuzzi devolverle su prestancia y frescura, gallardía y seguridad que caracterizan a los sanos? ¿Se alivia quizá la fatiga de ser uno mismo cuando se presta mayor atención al cuerpo?
La fatiga de ser uno mismo revela las profundas transformaciones que se han producido en las actitudes, el modo de habérselas con la individualidad. Lo que a su vez guarda cierta relación con los profundos cambios normativos que han convulsionado los actuales estilos de vida.
¿CÓMO ENCONTRAR LA AUTOESTIMA PERDIDA?
Para encontrar la autoestima perdida - una vez que se ha extraviado por haberla erigido en la dirección del propio comportamiento -, lo que debemos hacer es conocer mejor los propios sentimientos. Es una tarea personal que cada cual debe hacer como le plazca, pero que sin duda puede ser también ayudada por otros. Este es el propósito al que debe tender la educación de los sentimientos.
Se conocen mejor los sentimientos cuando se está avisado de que la acción valorativa de la realidad, que se nos entrega a través de los sentimientos, no es siempre justa ni verdadera; que muchas realidades, personales o no, merecen un aprecio o valor distinto del que procuran los propios sentimientos; que ninguna otra persona debiera ser despreciada, ignorada o condenada a la indiferencia sólo porque en eso concluyan los sentimientos que suscita; que en cada persona, también en sí misma, hay muchos más valores positivos que negativos aunque, por los sentimientos, la persona sólo alcanza a percibir, en ocasiones, los negativos; que la realidad percibida es siempre positiva, aunque los sentimientos suscitados por su percepción concluyan lo contrario; que por muy vital que sea la experiencia a que determinados sentimientos conducen a la persona, los propios sentimientos son siempre engañosos y deben ser corregidos, rectificados y enderezados, de acuerdo con la verdad.
No olvidemos que los sentimientos también hunden sus raíces en el sustrato biológico: nuestro cuerpo. Los sentimientos tienen que ver con algunas funciones corporales, especialmente con el sistema nervioso y el endocrino. Ambos tienen muy poco que ver con las circunstancias que nos rodean, hasta el punto de que pueden funcionar con casi total autonomía e independencia de ellas y suscitar los correspondientes efectos, emociones y sentimientos.
La autoestima se encuentra y recupera cuando se rectifica el error que causó su pérdida o cuando se educan los sentimientos erróneos que causaron tal extravío.
Los sentimientos no son dueños de ellos mismos y, por ende, tampoco saben moderarse como debieran. Moderarlos no siempre significa aminorar su intensidad o duración. En ocasiones moderar los sentimientos significa acrecerlos, estimularlos, reforzarlos. En ocasiones significa también hacer lo contrario.
La facultad que tiene que determinar esa moderación no es la vida afectiva, sino la razón. Corresponde a ésta determinar el fin, establecer la meta a la que los sentimientos de la persona han de llegar. Corresponde a la razón - además de establecer el fin- integrar y armonizar todas las funciones psicobiológicas de la persona para que se alcance la meta establecida con el concurso valiosísimo e irrenunciable de todas ellas. Un propósito sin el que la vida carecería de valor, con independencia de cuáles fuesen los sentimientos que se experimentasen.
En conclusión, corresponde a la razón establecer el fin y los medios necesarios para lograr la meta que da sentido a la vida personal, y también a las diversas funciones que, armonizadas e integradas a ella, permiten su consecución.
La consecución del fin es lo que nos hace felices. La autorrealización de la persona se halla en función de la felicidad que se quiere alcanzar. Pero sólo se podrá alcanzar ese fin si la razón y el corazón, la voluntad y la imaginación, la memoria y los apetitos - en una palabra, la entera persona y sus funciones - se coordinan e integran en una unidad funcional superior y de más poderoso alcance.
La felicidad, la armonía psíquica, la vida lograda, la armonía interior, y como quiera llamarse, así lo exigen. Pero no se piense que el poder hegemónico de la razón y la voluntad es tan poderoso. De hecho, la razón y la voluntad en muchas ocasiones manifiestan su impotencia para someter, como se supone que deberían, a las emociones.
En consecuencia, la educación de los sentimientos debiera estar presidida por el eficiente consejo socrático de que el sometimiento de los sentimientos y emociones a la razón no ha de hacerse de un modo despótico sino político. Ese sometimiento debe ser acompasado, sin estridencias ni exclusiones, sin despreciar o anular los sentimientos, sino fortaleciéndolos y cooperando con ellos.
En la persona habrá siempre una cierta lucha (brutal y despiadada, unas veces; parsimoniosa y rutinaria, otras), sin la cual no podrá alcanzar su fin.
Platón describe magistralmente lo que acontece cuando no se establece esa lucha porque los sentimientos no se educan, es decir, porque no se educa para la libertad. El siguiente fragmento del Teeteto constituye un diagnóstico certero y luminoso de lo que acontece hoy en los jóvenes y menos jóvenes que se ignoran a sí mismos: «Sus almas se hacen pequeñas y retorcidas. Por la esclavitud que ya de jóvenes sufrieron, se vieron privados de perfección, rectitud y libertad, y obligados a la práctica de la falsedad, arrojando a tan grandes peligros y temores a sus almas todavía tiernas, que, al no poder soportar lo justo y lo verdadero, se volvieron hacia la mentira y la injusticia, con el consiguiente retorcimiento y quebranto de sí».
La vigencia actual del diagnóstico platónico coincide y ha sido verificada por otros muchos autores contemporáneos, quienes también atribuyen estos errores a la ausencia de la educación en los sentimientos. «La educación - escribe Lledó - juega aquí, de nuevo, un papel decisivo. Es una sociedad sin modelos importantes, sumida en un miserable afán de lucro, mentalizada su juventud con pequeños móviles utilitarios, corrompida la inteligencia con las bajas propuestas de los que luchan para perpetuar la esclavitud, el amor era la fuente que podía lanzar al hombre hacia otro lado de la realidad». Pero no parece que hoy se tenga la preocupación de educar los sentimientos amorosos.
El abandono a la libre espontaneidad de los sentimientos no debiera considerarse como indicio de autenticidad, sino como ausencia de autocontrol. He aquí otra consecuencia más de la omisión de la necesaria educación de las emociones. El mundo personal oscila entre la naturaleza que somos y la realidad a la que aspiramos. Un mundo en el que se encuentran y chocan entre sí las poderosas tendencias fisiológicas y el irrenunciable y vigoroso anhelo de justicia y perfección.
En esa confrontación está en juego la felicidad. Si no se logra armonizar, el drama de la vida humana comparecerá en la escena.
Ese equilibrio lo proporciona el conocimiento. No hay conocimiento sin amor, del mismo modo que no hay amor sin conocimiento. Amor y conocimiento irrumpen en la persona que experimenta la nostalgia de ser ella misma. Una nostalgia que se vehiculiza a través del recuerdo de la autoestima esencial de la que se gozó en el origen.
En el aprendizaje de las habilidades y destrezas para esa lucha ha de consistir la educación de los sentimientos y apetitos. Sólo así, los sentimientos y la autoestima estarán donde deben estar para que la persona sea feliz: exactamente en ese término medio entre el exceso y el defecto, que es lo que se conoce como virtud.
Las virtudes constituyen el punto de equilibrio en lo relativo a los sentimientos y apetitos, de manera que sean los más adecuados - en frecuencia, intensidad, duración y cualificación - respecto de los fines establecidos. La educación en los sentimientos no es al fin otra cosa que la educación ética.
Esta armonización no consiste tanto en reprimir las tendencias humanas como en optimizarlas. La ética, además de educar los sentimientos, es la ciencia que enseña a dirigir el propio comportamiento para alcanzar la felicidad.

jueves, julio 20, 2006

VIVIR EN FAMILIA

Aspectos importantes para vivir en familia:

1. Que entre padres e hijos se consiga una verdadera amistad para hablar todos los temas, procurando no ser dogmáticos y saber preguntar con delicadeza, sin herir la sensibilidad. Confiar siempre en lo que dicen y creer todo lo que nos explican. Saber corregir con suavidad, pero con la sinceridad que crea el vínculo afectivo de la relación padres-hijos. Aprovechar momentos de descanso para disfrutar juntos de las aficiones de los hijos.

2. Que en la familia no se haga nunca ninguna crítica, ni juicio, ni murmuración de nadie. Recuerdo haber leído "el triple filtro" de Sócrates cuando le querían explicar algo de un conocido. Él preguntaba si reunía estos tres aspectos: la Verdad, la Bondad, y la Utilidad; si estas tres premisas no se encontraban, respondía al que quería explicar algo de otro: "si lo que me quieres decir no sabes si es verdad, si es bueno o incluso útil, ¿por qué me lo quieres decir?"

3. Que se enseñe con el ejemplo como se acoge siempre a quien viene a casa: con amabilidad, con respeto. Que siempre estén abiertas las puertas del hogar de los padres para recibir los amigos y amigas de los hijos, aunque este hecho represente un trabajo añadido. En la adolescencia se debe tener mucho cuidado en saber quienes son los del grupo de nuestro hijo, por ser una edad muy influenciable.

4. Que vean que sabemos perdonar si nos hemos sentido ofendidos. Agradecidos si nos han hecho un favor. Dispuestos a ayudar si alguien nos necesita. Que nunca utilizamos la amistad para recibir ningún privilegio. Que se dé ejemplo de desinterés, si no, no sería amistad.

Consejos a los jóvenes para conservar a los amigos

La lealtad es un elemento necesario para tener una amistad duradera y estable con una persona; un amigo es un tesoro, que se tendrá que cuidar y proteger. En el ámbito de la lealtad, se deben considerar muy importantes: la defensa del buen nombre del amigo o de la amiga, la discreción para guardar las confidencias y el respeto para velar por su intimidad.

Comprender las ideas y los sentimientos de los demás. Se podrán tener amigos o amigas que no piensen igual que uno, pero cuando hay un afecto sincero se aceptan, si bien se hace un intercambio de pensamientos que animan a la mejora personal por las dos partes.

Saber seleccionar a los amigos por su comportamiento. Un amigo que traiciona, explicando a los demás nuestros sentimientos, un amigo que busca la complicidad de compartir marihuana o alcohol, por ejemplo, no tiene las características del buen amigo, que normalmente se encuentra por intereses comunes de estudios, de deporte, de escuela y que comporta el requisito de la amistad: procurar el bien del otro.

Tener la honestidad de saber guardar un secreto. La amistad siempre está basada en la confianza, que no se puede traicionar.

Saber estar siempre junto a los amigos y amigas cuando lo necesitan.

Podemos hacer una lista de cualidades entre las que no pueden faltar la generosidad, la humildad, la amabilidad, la puntualidad, la cortesía... pero lo que interesa es preservar la amistad de contactos que la malogren.

Dice Aristóteles: "Algunos creen que para ser amigos es suficiente querer, como si para estar sano, solo hiciera falta desear la salud".

viernes, julio 14, 2006

EDUCACION

«Jamás he logrado tener una conversación seria con mi padre», se lamenta un chico de diecisiete años. «Yo quiero a mis padres porque son mis padres, pero no porque se lo merezcan», dice con tristeza una chica de catorce. «Me siento incapaz de entender a mis hijos», asegura con pesadumbre una madre de familia. «Me he pasado la vida trabajando como un loco, y ahora veo que he sacrificado a mi familia y que no tengo ni un solo amigo de verdad», confiesa con desolación un brillante ejecutivo en pleno naufragio matrimonial. «Llevamos doce años casados y desde hace diez vivimos como dos desconocidos», afirma con amargura otra madre desconsolada.

Son muestras de fracasos en la educación afectiva, y podrían referirse muchísimos más, de todo tipo.

Consideremos, por ejemplo, el caso de una niña de trece años, procedente de una familia acomodada y bien avenida, pero que tiene problemas de relación con sus compañeros en el instituto. No logra concentrarse y comienza a bajar su rendimiento académico. El fracaso en los estudios le lleva a distanciarse mucho de sus padres, seriamente disgustados por sus malas calificaciones. Su sentimiento de frustración crece con el paso de los años, y recurre cada vez más a la bebida cada fin de semana en diversos lugares de ocio, como una forma de evasión de sus problemas. El refugio en el alcohol en esos ambientes le lleva a una serie de relaciones sexuales ocasionales con personas en parecida quiebra emocional. A la edad de veinte años, su vida es un completo caos y acude a la consulta del psiquiatra con un cuadro agudo de alcoholismo y depresión.

Un problema cada vez más grave y frecuente Está claro que la situación tiene, a esas alturas, un arreglo difícil. Y está claro también que cuando la chica tenía trece años nadie presagiaba semejante evolución. La pregunta es: ¿qué podríamos haber hecho durante su infancia y su adolescencia para variar el curso de los acontecimientos? ¿podríamos haber hecho algo más para llegar a tiempo?

-Este último ejemplo es quizá un poco extremo, ¿no?

Quizá, pero no por eso demasiado infrecuente. La Organización Mundial de la Salud ofrecía recientemente estadísticas muy ilustrativas: por ejemplo, el suicidio es la primera causa de muerte de jóvenes entre 18 y 24 años en el conjunto de los países occidentales. Según otros estudios, uno de cada cinco niños presenta problemas psicológicos serios: las enfermedades mentales (ansiedad, depresión y fobias principalmente) constituyen la causa más frecuente de baja escolar prolongada en adolescentes. Muchos jóvenes comienzan muy pronto a consumir alcohol en exceso, y al llegar a los 20 años uno de cada seis presenta síntomas de embriaguez crónica. La frecuencia de trastornos alimentarios (anorexia y bulimia, sobre todo) también se ha disparado en los últimos años.

Las cifras de adolescentes que se fugan de sus casas (sólo en Francia, por ejemplo, más de cien mil cada año) dan también bastante que pensar. Si a esto añadimos los estragos de las drogas, el inquietante fenómeno de la violencia juvenil urbana, el desarraigo de muchos chicos provenientes de familias desestructuradas, o el creciente nivel de fracaso escolar (en muchos casos suelen ir unidas varias de estas situaciones), el panorama puede resultar desolador. Ante esos datos, muchos mueven la cabeza horrorizados y piensan que casi nada se puede hacer. Parece como si las conductas adictivas, violentas o de abandono fueran el más concurrido refugio ante la desolación que sienten muchos jóvenes, y que la espiral de desmotivación o la inconstancia engulle sin remedio sus vidas.

Todo es llegar a tiempo -Son datos realmente preocupantes, sobre todo porque detrás de cada uno de esos casos suele haber dramas humanos muy dolorosos, y que les condicionarán luego mucho en su vida adulta.

Sí, y por esa razón se han declarado en las últimas décadas diversas cruzadas contra diferentes problemas que amenazan nuestra sociedad: el fracaso escolar, el alcoholismo, los embarazos de adolescentes, la violencia juvenil, las drogas, la inestabilidad familiar, etc. Sin embargo, una y otra vez se comprueba que suele llegarse demasiado tarde, cuando la situación ha alcanzado ya proporciones endémicas y ha arraigado fuertemente en las vidas de esas personas.

jueves, julio 06, 2006

COMUNICACION FAMILIA

SIETE FRASES PARA MEJORAR
LA COMUNICACION CON LA FAMILIA
1.- Te Amo:
Ningún ser humano puede sentirse realmente feliz hasta escuchar que alguien le diga: "te amo". Atrévete a decirlo a la otra persona, a tu cónyuge, a tus padres, a tus hermanos, a tus hijos, si es que nunca lo has hecho, haz la prueba y verás el resultado.
2.- Te Admiro:
En la familia, cada miembro tiene alguna cualidad o habilidad que merece reconocimiento: Todos, en algún momento, sentimos la necesidad de que se nos reconozca algún logro o meta alcanzada...¿Cuándo fue la última vez que le dijiste esto a alguien?
3.- ¡Gracias!
Una necesidad básica del ser humano es la de ser apreciado. No hay mejor forma de decir a una persona que es importante lo que hace por nosotros, que expresarle un ¡gracias!, no en forma mecánica, sino con pleno calor humano.
4.- Perdóname, me equivoqué:
Decir esto no es tan fácil, sin embargo, cuando cometas un error que ofenda o perjudique a otras personas, aprende a decir con madurez: "perdóname, me equivoqué".
5.- Ayúdame, te necesito:
Cuando no podemos o no queremos admitir o expresar nuestra fragilidad o necesidad de otros, estamos en un grave problema. No te reprimas. ¡ pide ayuda! que también son muy importantes las palabras.
6.- ¡Te escucho...háblame de ti!
¿Cuántas veces le has dicho a algún miembro de tu familia: "A ver, háblame, qué te pasa?".
Tal vez muchos problemas y mal entendidos se resolverían si tan sólo escuchásemos lo
que nos tratan de decir.
7.-¡ Eres especial!
Es importante hacerles saber a tus seres queridos cuanto ellos significan para ti.
IGNORO EL AUTOR

Remitido por Marcela Maria D

martes, junio 27, 2006

FAMILA LIGHT

Desde que el mundo es mundo, el Poder (adjetívese como mejor parezca: (político, económico, etc.) siente la perversa tentación de influir en el modo de pensar del personal y, si le es posible, de manipularlo. Los medios de que dispone son cada día más eficaces: el Poder, como su propio nombre indica, puede una barbaridad: ¿será preciso insistir en las catástrofes encefálicas que se producen en un cerebro tipo estándar cuando se le aplica una dieta de 700 horas anuales de televisión?
El adoctrinamiento a que nos someten los poderosos -jamás renuncian a tan abnegada tarea- no se debe al amor que nos profesan. En el mejor de los casos buscan sólo nuestro voto, y para hacerse con él, nada mejor que formar ciudadanos dóciles a la ideología dominante, enchufados a los electrodomisticadores que el Poder controla, para que nunca caigan en la tentación de pensar por cuenta propia.
El enemigo del poder malo Gracias a Dios, el Poder encuentra algunos obstáculos en su empeño domesticador. Y el primero es, precisamente, la familia.
Y es que Dios, Nuestro Señor, ha previsto que los individuos vengan al mundo en un medio natural, llamado "familia": un ecosistema fundado en el amor del hombre y de la mujer, que crea entorno a sí un ámbito de intimidad, necesario para el nacimiento y para la formación de los hijos.
En esa intimidad familiar es, hoy más que nunca, un reducto de libertad frente al totalitarismo. Es la capa de ozono que protege de los rayos del Poder, mucho más peligrosos que los ultravioleta.
Cuando una familia cumple con su misión, transmite convicciones y valores; educa en las virtudes; enseña a pensar, a luchar, a amar, a hablar con Dios, y defenderse de las influencias y agresiones externas. En resumen: vacuna a los espíritus contra los eslóganes y los tópicos, y proporciona a los hijos las armas imprescindibles para actuar libre y responsablemente.
Una familia desfamiliada A un Estado con tentaciones totalitarias, la familia le molesta. Prefiere entenderse directamente con individuos emancipados, "liberados" (las comillas que sean gordas, por favor) de cualquier influencia que no la del propio Poder.
El problema es que la familia existe, y su prestigio no decrece a pesar de los años más o menos internacionales que se organizan en su contra. ¿Qué puede hacer entonces el Poder para entrar en saco en las mentes de los ciudadanos?
Su estrategia ha sido la de ir debilitando esa capa de ozono a que me refería antes, hasta conseguir que la familia quede reducida casi a una pura fachada, a una especie de residencia de individuos autónomos unidos por vagos sentimientos de afecto y por una nevera bien repleta.
Así nació la familia light: una institución propia de los países ricos, ya que los pobres no están en condiciones de permitirse tales lujos.
Algunas de sus notas más definitorias
Describir en serio sus características nos llevaría demasiado espacio. Contémoslas, por tanto, en broma. Y, aunque no os sintáis aludidos por el retrato pensad que tal vez, alguno de estos rasgos formen parte de vuestra caricatura... o de la mía.
* La familia light suele ser pequeña. Desde luego, hay muchos matrimonios estupendos con pocos hijos; pero nada como una familia numerosa para vacunarse definitivamente contra esa enfermedad.
* La familia light gira en torno a tres electrodomésticos fundamentales: la nevera, la televisión (con vídeo) y el equipo de sonido.
* la nevera sirve para comer a la carta en cualquier momento del día o de la noche, sin someterse a horarios ni a dietas maternas. Es útil también para convivir lo menos posible con los demás y para tomarse una cerveza con alguna cosa delante de la TV
* la televisión. Se enciende al amanecer y, gracias a la función de timer, se apaga sola cuando ya todos duermen. Hay tantas en la casa como habitaciones: la tele de la cocina sirve para ver a Arguiñano. La del comedor, para no correr el riesgo de hablar si, por casualidad, un día se reúne la familia entera. La del salón es la del padre, que viene superestresado del trabajo y necesita relajarse en su sillón con una película del canal plus. La de la salita es para la madre, que también tiene derecho a su culebrón cotidiano; y las de los dormitorios, como su propio nombre indica, sirven para dormir sin tener malos ni buenos pensamientos.
* Los equipos de sonido (también llamados comecocos), o, en su defecto el walkman, produce un delicioso efecto aislante: corta toda relación con los demás y, es perfectamente compatible con la consola de videojuegos, que es el hipnótico de los más jóvenes.
* En la familia light existe una férrea autoridad para todo lo accesorio (la elección del coche, el lugar del veraneo) y una total anarquía para lo fundamental (asistencia a Misa, etc.).
* Los miembros de una familia light nunca rezan juntos, tal vez porque se verían obligados a apagar la televisión. En realidad, la vida espiritual de cada uno es una cuestión tan íntima y profunda, que, para encontrarla, habría que hacer excavaciones.
* En la familia light se habla mucho de sexo: el pudor está superado por completo, y todos tienen una exhaustiva información sexual (un buen manual de instrucciones, quiero decir). En cambio jamás se habla en serio de amor, de fecundidad, de fidelidad, de entrega... (¡Niño esas porquerías ni se nombran!) A la familia light sólo le interesa el sexo light.
* También estas familias tienen sus tragedias, sus amarguras y disgustos. He aquí cuatro significativos ejemplos:
1. El "fracaso escolar" del niño. La culpa, por supuesto, es siempre del colegio, que se complace en producir traumas, probablemente irreversibles, en la autovaloración de la criatura.
2. La niña ha engordado y no tiene nada que ponerse para la fiesta de cumpleaños de Vanessa.
3. A Manolito se le ha ocurrido decir que quiere ser misionero en Uganda. ("Nos acechan las sectas", comenta apesadumbrado el padre). Hay que tener presente que, en una familia light, la entrega a Dios se considera como una neurosis, tolerable en las familias de los demás.
4. Al "Audi" de papá le han hecho un rascón en la popa y no se habla de otra cosa en tres días.
* ¿Y si el niño llega a casa al amanecer rezumando ginebra por las orejas? Entonces, sí; el padre de familia light tomará una decisión firme: se esconderá debajo de la mesa camilla para no enterarse. "Cualquiera día de estos -se dirá preocupado- tengo que hablar seriamente con el chico".
* En la familia light existe una discreta biblioteca y una nutridísima videoteca. El padre se ocupa de comprar los dos o tres libros más vendidos del mes, y siempre se encuentran también otros títulos tan sugerentes y profundos como "Cómo aprobar sin dar golpe"; "Como ligar con la hija del jefe"; "Jesulín de Ubrique visto por su novia"; "Breve tratado de papiroflexia" o "Guía de Restaurantes y de Hoteles".
* En la familia light todo es trivial salvo lo trivial. Todo es opinable, salvo el principio de la opinabilidad universal. Nadie tiene convicciones ni creencias, sino opiniones. En resumen: padecen un síndrome de inmunodeficiencia moral de difícil tratramiento y mal pronóstico, ya que se ven expuestos a todas las infecciones ideológicas de moda. A ellos no les preocupa. Lo único que les importa es la buena salud y conservar por los siglos de los siglos ese lustre sonrosado de los adolescentes de telefilme.

Postdata:
Mi madre, que es mi conciencia crítica más severa, me dijo que no le gustaba el final.
-No puedes terminar de esa forma... Habrá que dar soluciones. No querrás desahuciar a las familias light.
Tenía razón, pero no era fácil rematar el artículo en cuatro líneas. Una enfermedad tan grave no se cura con pomadas. Del aburguesamiento, de la tibieza no se sale poco a poco, como sin querer; es precisa una conversión, un cambio radical de actitud. Y de eso estamos hablando: de una mediocridad que igual puede afectar a las personas singulares que a las familias, a los matrimonios, a los hogares, cristianos o no.
-¿Entonces...?
Entonces hay que pedir al Señor que, cuanto antes, nos haga entender la seriedad del problema.
Que nadie se acostumbre a la tristeza del amor light y del egoísmo.
Que los padres quieran reaccionar, y reaccionen.
Que se reconstruya la capa de ozono, de la que hablaba antes, para que ni la voracidad del Poder ni el peso de las ideologías alteren este ecosistema de amor y libertad.
Y, sobre todo, que los más jóvenes vayan al matrimonio con ganas de aventura, dispuestos a entregarse, a formar una familia y a llenar su vida con esta empresa colosal que Dios les encomienda.
Enrique Monasterio

martes, junio 20, 2006

EL ADOLESCENTE

El adolescente vive de sentimientos; la pareja reduce sus relaciones a sentirse a gusto juntos, hablar de cosas superficiales alabándose mutuamente, sin pensar en el futuro, sin dialogar sobre temas profundos o dándose a conocer uno al otro a través del lenguaje hablado. Las peleas pueden ver buenas pues allí se conocen como realmente son. Allí sale el modo de manifestarse la agresividad de cada persona. Es grave reducir las relaciones de noviazgo a la dimensión física, sexual, o dejar que sea ella la que predomine. El sexo es elemento integrante del amor matrimonial, pero no constituye el centro de la persona. Las relaciones sexuales fuera del contexto matrimonial constituyen un grave desorden, porque son una expresión reservada a una realidad que no existe todavía: Los jóvenes tienen relaciones de casados cuando en realidad no están casados.
PARA UNA PERSONA BELLA
Si Dios tuviera un refrigerador, tendría tu foto pegada en él. Si El tuviera una cartera, tu foto estaría dentro de ella. De hecho, Él te manda flores cada primavera, y te manda un amanecer cada mañana.
Cada vez que tú quieres platicar, Él te escucha. Él puede vivir en cualquier parte del universo, pero El escogió tu corazón. Enfréntalo, amigo(a): ¡Dios esta loco por ti!
Dios NO te prometió días sin dolor, risa sin tristeza, o sol sin lluvia, pero Él si prometió FUERZA para cada día, consuelo para las lagrimas, y luz para el camino.
Porque amor no es el que te impide vivir a costa de quitarte de sufrir, sino el que te acompaña en los días buenos y malos, para que puedas crecer tanto como tú puedas, y mucho mas allá de lo que jamás soñó tu imaginación.

martes, junio 13, 2006

Defectos de la autoridad

Entiendo la autoridad fundamentada en el espíritu de servicio por parte de los progenitores. Una autoridad avalada por el prestigio personal, entendida como un acto de mejora personal consecuencia de la propia aceptación y del conocimiento propio, para educar en la responsabilidad y libertad a los niños y jóvenes. Si no se vive esta autoridad, surgen unos defectos que enumeraremos a continuación y que deberemos hacer lo posible para evitarlos:
Victoria Cardona Romeu
Profesora y educadora familiar
Cuando la autoridad no es para servir Proyectarse en los hijos: A veces puede suceder que proyectamos en los hijos nuestras debilidades, limitaciones o frustraciones. Por ejemplo, es bastante corriente que sí uno no ha triunfado profesionalmente en una carrera, o no ha podido estudiar una materia determinada, se desea que no se repita esta experiencia, sin contar con la peculiar manera de ser de cada cual y se obliga a cambiar de opción al hijo o a la hija. También puede suceder respecto al carácter, sin tener en cuenta que todos somos diferentes. La conclusión a que llegaríamos es que no se puede programar su vida, se debe educar su libertad, con respeto por su individualidad y descubriendo sus particulares posibilidades.
Sobre proteccionismo: Consiste en un concepto exagerado del amor que no permite que el hijo o la hija tenga la posibilidad de equivocarse, ni de hacer algo por propia iniciativa. La protección se hace necesaria cuando hay un peligro real para el niño o niña, entonces tenemos la obligación de atender sus necesidades. Pero esto no se puede confundir con intervenir continuamente en sus decisiones. De lo que se trata es que tengan la oportunidad de conocer por si mismos el riesgo de la libertad y que encuentren las soluciones adecuadas después de un fracaso. El mal resultado educativo de esta sobreprotección es la baja autoestima y la falta de seguridad de niños y niñas que esperan que todos los problemas se los den resueltos.
El autoritarismo: Lo llevan a cabo aquellos padres y madres que tienen miedo de perder el control de todo y utilizan órdenes, gritos o amenazas para obligar a hacer algo. La señal de esta manera de hacer es la arbitrariedad, se ordena cualquiera cosa, sin reflexionar antes si era conveniente y sin explicar las razones de la orden que se da. Todo es por imposición. Su autoridad es la ley del más fuerte, frases como: ''porque te lo mando yo, o "porque soy tu padre o tu madre''; es un abuso de poder y la máxima anulación de la personalidad del hijo o hija. Sólo consiguen el desconcierto de los niños o la desobediencia de los jóvenes. El mensaje que transmiten es de poca comprensión hacia las necesidades y sentimientos de los suyos: por lo tanto, el resultado educativo es forjar personas con timidez o con una gran rebeldía.
La rigidez: Esta actitud conlleva ser incapaces de rectificar, de cambiar de opinión; no se está dispuesto a escuchar ni a enterarse del porqué de una actuación determinada. Se cree que siempre se tiene la razón, sin respetar el hijo o hija. La base de la buena comunicación es la confianza donde hay diálogo. Se aprende de los otros siempre, puesto que hijos e hijas pueden tener ideas diferentes a las de sus progenitores y, no por esto, dejar de ser buenas. El contrario de la rigidez es la flexibilidad para saber valorar lo que es importante permanentemente, o bien aquello que sólo lo es temporalmente.

jueves, junio 01, 2006

ENCUENTRO MUNDIAL FAMILIAS VALENCIA

Se ha orquestado una campaña de boicot a la visita del Papa a Valencia como
A muchos de nosotros, profesores de las universidades públicas de Valencia,
se nos están enviando correos incitándonos a sumarnos al boicot. Son los
mismos que han orquestado campañas contra algunos de nosotros por hablar con
libertad en las clases sobre la ideología del homosexualismo. Es cierto que
en Valencia los colectivos que organizan esta campaña cuentan con amparo
institucional en nuestras universidades y ante las administraciones
públicas. Además, el ministerio de asuntos sociales les ha facilitado una
subvención específica para organizar unas jornadas académicas en la Facultad
de Psicología de la Universidad de Valencia que congregarán a activistas de
todo el país y que culminan en una marcha de orgullo gay prevista para el 24
de Junio, poco antes de la llegada del Papa, por las calles de Valencia.
José Antonio García, profesor de Bellas Artes en la UPV, ha contestado a
esos requerimientos mediante la siguiente carta, que titula ALGO SOBRE MI
MADRE:
Carta abierta a Pepe Miralles y compañeros de viaje:
¿Qué te ha hecho a ti de malo el Papa? ¿Te ha quitado la libertad? ¿Te ha
quitado el honor? ¿Ha estropeado tu vida y tu historia? ¿De dónde te viene
ese odio justiciero y vengador? ¿Es natural y sincero el rencor o es una
ideología diseñada prêt-a-porter?
Me permito hablar así porque he sido tan progre e izquierdista como el que
más, y conozco el paño (puedo demostrarlo). Quiero decir que sé el engaño en
el que uno puede meterse tratando de arreglar el mundo y de paso a sí mismo,
y todo eso.
Ya hemos visto las consecuencias de las "dictaduras del proletariado" con su
persecución del libre pensamiento y de la fe religiosa -no en abstracto,
sino con personas dentro-. Existe también el nazismo de izquierdas, y ha
producido objetivamente muchos más muertos. Ahora este izquierdismo se
agazapa en la cultura dominante, que es la cultura de la clase dominante,
como bien dijo Marx. Este es un izquierdismo financiado y bien visto, que
ocupa parcelas de poder. Ya no clama que los burgueses son los enemigos, ya
sólo queda la Iglesia como aglutinante (¿contra quién nos uniremos, ya que
no tenemos nada en común que nos reúna?). Ese es el viejo mecanismo
victimario del mundo pre-cristiano, como ha descrito inteligentemente René
Girard. La humanidad ha progresado desde Cristo aboliendo estos mecanismos
de victimación. Cristo ha dicho: "No juzguéis", "El que esté libre de culpa
tire la primera piedra". Él ha sido la última víctima para que ya no haya
más víctimas. Pero no está acabado del todo el viejo juego, de vez en cuando
alguien nos sorprende desenterrándolo. El desastre de la uniformización
conformista quiere arreglarse y tener un respiro encontrando el adecuado
culpable, un chivo expiatorio como sea: ¡Sí! ¡El papa tiene la culpa! ¡Todos
contra el Papa!
Algunos se declaran víctimas minoritarias con derecho a exigir dejar de ser
las víctimas, ignorando que es la cultura judeo-cristiana la que les ha
enseñado eso, y no otra cultura: los Diez mandamientos (la Torá) y las
Bienaventuranzas.
Yo sólo puedo decir mi experiencia de haber encontrado que la Iglesia no es
como la describía Juan Arias en "El País" (que yo ya no sé si vive Juan
Arias, ni si escribe, ese pobre hombre, un ex-cura resentido, responsable en
una medida de la mala imagen de Juan Pablo II en España).
La palabra Iglesia significa Asamblea, pueblo reunido. ¿Qué tiene que hacer
el pueblo católico para reunirse? ¿Tiene que hacerlo en secreto y en las
catacumbas? ¡Puede que no falte mucho para eso! ¡Ya ha ocurrido otras veces
en la historia! ¡Así está siendo actualmente en países tan libres como
China, Vietnam...!
Otro Marx (Groucho) dijo: "Jamás pertenecería a un club que admitiera
alguien como yo". Esa es la iglesia, un pueblo de rescatados de la
esclavitud y de la muerte: "No he venido a salvar a los justos, sino a los
pecadores". Yo he visto a muchos regenerarse en la Iglesia (uno de ellos yo
mismo; los que ya son rectos y justos no la necesitan, pero no es mi caso.),
curarse de adicciones, rencores, reconstruir un matrimonio roto, superar las
neurosis, el egoísmo, incluso la homosexualidad. ¡Se puede curar! Porque no
es verdad que sea alegre la vida de los homosexuales. Y no es la iglesia la
que les amarga la vida, sino que les ama diciéndoles la verdad. [La curación
de la homosexualidad consiste en un proceso de descubrir con compasión las
heridas emocionales del pasado, resolver el enojo contra aquellos que las
han causado a través de un proceso de perdón, utilizar técnicas de
conocimiento y de comportamiento, admitir la impotencia ante el sufrimiento
emocional y apoyarse en la espiritualidad católica y en los sacramentos.
adula, quien te ama no te miente".
Ya sé que no está de moda ser católico. Católico significa Universal. "Id
por todo el mundo anunciando la Buena Noticia del amor de Dios a todas las
gentes". Que "tanto ha amado Dios a los hombres que les da a su hijo
Jesucristo" y en Él muestra su rostro de amor y misericordia. Pero hombre
¿qué dices? ¿Dios? ¿Cómo puede existir Dios y consentir la enfermedad, la
muerte, las injusticias, violaciones...? Así se expresaba Nietzsche: "La
religión es para los débiles". Pero además han dicho Marx y Lenin que la
religión es el opio del pueblo. Y Freud que Dios es una imagen sublimada del
super-ego.
Bien, eso son teorías, difíciles de contestar, ciertamente. Pero existe la
experiencia de que ni la autoafirmación de poder, ni el mucho dinero, ni la
libido suelta, nada de eso hace feliz a una persona. Hay una sabiduría
escondida que no se exhibe en los cientos de estantes de ocultismo ni
auto-ayuda y psicología pop. No es que la Iglesia la esconda, es que los
sabios del mundo están sordos y ciegos para oír y ver este anuncio. Por eso
la fe es un don, se regala, no se puede imponer, solo exponer. Porque Dios
ha hecho al hombre libre, incluso para que haga el mal. ¿Quién paga las
roturas? Él paga. El racionalismo y las ideologías conciben un mundo
perfecto, un hombre ideal, pero sin libertad. "Libertad ¿para qué?" ¿No te
suena?
"Maestro ¿dónde vives? ¡Venid y lo veréis!". Esto quiere decir que este es
un aprendizaje empírico, no teórico. Es verdadero porque funciona, funciona
a pesar de los cristianos y de los obispos.
A lo largo de dos mil años muchas personas han experimentado que Cristo las
amaba no cuando eran buenos y justos sino cuando eran malvados y pecadores.
Eso quiere decir gratis, por gracia. Esto ha mejorado sus vidas. Yo soy una
de esas personas y me siento ofendido cuando se ataca al Papa cobardemente.
Porque se sabe que es manso, humilde, no se va a defender, no te va a
denunciar.
Yo no he visto que la iglesia imponga nada, ni amenace. No tiene policía.
Pero una madre avisa al menos si ve que un hijo se quiere tirar bajo un
camión o a un barranco, o se mete en algo que le hace mal.
En fin, ciertamente no estamos en la época de la cristiandad, sino en una
época secularizada, de libertad de creencias, libertad fruto de la
maduración del mismo cristianismo, puesto que ninguna otra cultura ha
propuesto la libertad.
Por eso, en nombre de la dignidad humana (Cristo ha dicho que el hombre es
templo de Dios, que el hombre es sagrado), de la libertad de las personas
que se juntan para el fútbol o para tantas cosas y experiencias que
compartir, incluyendo la fe, en nombre de la convivencia pacífica, te
sugiero y te pido que dejes de atacar la libertad de Benedicto XVI de
visitar a sus hijos, y la libertad de sus hijos de reunirse públicamente. Si
es que queremos vivir en un país y en un mundo democrático y libre (gobierno
del pueblo y pueblo libre).
Te saludo con la Paz de Cristo, si la quieres recibir.
José Antonio
[José Antonio García Hernández]

lunes, mayo 29, 2006

EMPATIA

Victoria Cardona
La empatía
Vivir la empatía consiste en hacer el esfuerzo para reconocer y comprender
los sentimientos y actitudes de las personas, así como las circunstancias
que los afectan en un momento determinado.
Todo ser humano necesita tejer a su alrededor relaciones humanas
satisfactorias, tanto las familiares como las ajenas a este ámbito. El
bienestar emocional depende, en buena medida de la capacidad que se tenga
por conseguir este objetivo. Es seguramente la comprensión de los
sentimientos de los demás la llave para una convivencia satisfactoria, a
parte, desde luego, del conocimiento de la propia manera de ser, que incluye
calidades y limitaciones. Toda esta comprensión no depende de la simpatía,
que nace muchas veces espontáneamente, sino de lo que denominamos empatía.
Ciertamente que, cuando "calzamos los zapatos" de los demás y andamos juntos
un rato estamos siendo empáticos. Gandhi nos lo recordaba cuando decía: "las
tres cuartas partes de las miserias y malos entendidos en el mundo se
acabarían si las personas se pusieran en los zapatos de sus adversarios y
entendieran su punto de vista". ¿No se comprenderían mejor las alegrías y
preocupaciones de los familiares y amigos y estaríamos más capacitados para
animar y ayudar si nos pusiésemos en su sitio?
Recuerdo una joven amiga mía que me explicaba que a medio hablar de un
problema suyo con su madre, ésta (seguro que con muy buena voluntad) la
había interrumpido diciéndole: "no te preocupes con el tiempo esto se
arregla". El caso es que aquella joven no se había notado nada comprendida,
necesitaba de la empatía y del conocimiento de su madre de la totalidad de
su problema pero la confidencia y la comunicación había quedado recortada.
Lo que le sucedió a mi joven amiga con su madre es parecido a la situación
de aquel pobre enfermo que a punto de ir al quirófano, por una operación de
riesgo, se le dice con cara alegre (también con muy buena voluntad): "todo
se resolverá inmediatamente", cuando lo que necesita es una persona que le
dé soporte y, le dé la mano para darle cariño y comprender su sufrimiento.
Podría ser habitual que no supusiera ningún problema expresar lo que
sentimos o tratar conflictos, cuando el interlocutor es un amigo o un
compañero de trabajo, en el caso de que haya una buena sintonía, pero se
puede hacer más complicado con algún familiar; la convivencia del día a día
puede ser mas costosa Sería deseable y casi parece natural que entre
familiares no hubiera problemas de convivencia. La realidad es que los hay,
algunas veces hay falta de entendimiento o discrepancias que afectan mucho
más.
Los vínculos que dan el calor familiar hacen que se cree un vínculo afectivo
que no se encuentra en otros entornos. Cuando encontramos que tenemos la
sensación de mala relación con algún familiar, el dolor es más fuerte;
incluso nos puede afectar la salud. A este respecto, John Cacioppo, profesor
de Psicología de Chicago escribe: "Las relaciones más importantes en
nuestras vidas y las que más incidencias parece que tienen sobre la salud
son las que mantenemos con las personas que convivimos cotidianamente".
A menudo quisiéramos resolver un problema familiar y nos preguntamos el por
qué de aquella situación incómoda: "¿por qué no puedo comunicarme con este
hijo, con mi marido, con mi esposa?", o bien "¿por qué los nervios no le
dejan o no me dejan razonar?" La respuesta la encontraremos reflexionando
para entender y saber que es lo que realmente se necesita en aquel momento:
¿...observar callar, esperar, buscar el momento oportuno para hablar, tener
la empatía suficiente para leer emocionalmente al más próximo?
La comprensión que dedicamos a la familia y a los demás es la mejor garantía
para vivir la empatía, esta habilidad que nos ayuda al bienestar en la
convivencia.